jueves, 24 de septiembre de 2009

Te veo, te veo cada vez.


Te veo cada vez más grande y más lindo. Te veo tan chiquito pero a la vez tan enorme. Te veo desde el principio, y hasta el final. Te veo con el guardapolvo cuadrille pastel, y con el blanco. Te veo con granos en la cara y la voz aguda. Te veo con barbita crecida y arito en la oreja. Te veo rockero como mamá y deportista como papá. Te veo veo fumando y tomando y veo como te mato. Te veo con alguna zorra a la que dedicaremos malos pesamientos aunque no te lo digamos. Te veo recibiéndote de lo que más te guste, te veo de traje aunque sea sólo una vez, te veo jugando el torneo de ex-alumnos. Te veo con tus amigos, y me veo a mí ahí, porque somos amigos desde que eras una idea, y lo vamos a ser hasta que no exista más. Pero te veo de nuevo en serio, tan chiquito, y tan lindo, cada vez más y tan frágil, ingenuo, puro, y es tanto lo que ya te quiero, que entonces a pesar de querer que crezcas y entiendas nuestra amistad, me angustia que sea cada vez más difícil sostenerte entre los brazos, no entiendo como tus dimensiones cambian tanto de una semana a la otra, ni por qué aprendés tan rápido muecas nuevas, me enoja que estés creciendo a este ritmo. Entonces convivo con esa contradicción entre el "Muy bien Brunito, seguí creciendo así" y el "Que sea la última vez".

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