viernes, 7 de diciembre de 2007

Entrega de diplomas

El discurso que no fue

Escribo y borro. Avanzo y vuelvo atrás. Empiezo, dejo, y retomo. Pienso y pienso y no se me ocurre cómo empezar, o se me ocurren mil formas. No se me ocurre qué escribir, o se me ocurren mil cosas. Se hace difícil sintetizar todo lo que es el Acosta en un discurso ¿Cómo explicar tanto pero tanto afecto y tanta gratitud? ¿Cómo resumir los mejores 5 años de mi vida en una hoja A4? ¿Cómo hacerles entender lo que significa el Acosta para cada uno de nosotros? No hay manera. No se puede. De la única forma que se puede comprender lo que genera en cada uno de nosotros es viviéndolo. Porque el Acosta es mucho más que la institución a donde venimos a formarnos, porque la razón por la que elegimos y reelegimos esta escuela cada día no es ni el contenido curricular, ni el calendario académico, ni el sistema de enseñanza. Porque el aprendizaje pasa por otro lado. Porque el año que viene, o el otro, o como mucho el otro, nadie se va acordar de los alcanos, ni los alquenos ni los alquinos. Mucho menos vamos a poder resolver un problema de función cuadrática. ¿Webber? ¿Hobbes? ¿Quiénes son esos? En francés apenas voy a saber decir cómo me llamo y de dónde soy. Pero van a pasar años, muchos, vamos a tener hijos, nietos y quizás no podamos ayudarlos con sus tareas, pero cuando nos pregunten por nuestra escuela, todos vamos a poder contarles acerca de nuestra primer rateada, nuestro primer parte, de los campamentos con Diego y Fredes, del metegol en el aula del CESMA, del pasillo de biología, de los entre turnos en la puerta negra, de los partidos de fútbol, del truco, de la cantina, del frío de Siberia y Transiberia, del abrazo a la escuela en el 2005, de la facultad de ingeniería, de la toma por las becas y la satisfacción de conseguirlas, de las marchas, asambleas, actos, jornadas, de Opendoor, de Pressing y el quiosco de Sergi, de los sábados en el torneo de ex alumnos, de las ganas de terminar el secundario sólo para poder jugarlo, de los intercolegiales y la copa coca cola, del 3 de junio y todas sus consecuencias, de la Kennedy, de Piedras y el tan bien recordado Perú, del 17 de agosto y la toma en la jefatura, de Bariloche, del 17 de septiembre, y el tan esperado regreso al Acosta, de la reapertura del patio y las guerras de agua, de la fiesta de egresados, de las despedidas, de la entrega de diplomas. ¿A mí qué me importa saber de química orgánica y resolver problemas de funciones lineales, cuadráticas, triangulares, cónicas? ¿Qué me importa lo que dice Webber sobre los tipos de sociedad y de dominación? ¿Qué me importa todo eso si yo de esta escuela me voy habiendo aprendido acerca de muchas cosas bastante más significativas y útiles que lo que dicen los programas? ¿Qué me importa si a mí el Acosta me enseñó sobre valores, sobre compañerismo, sobre amistad, sobre lucha, sobre sensibilidad, sobre felicidad? Eso me enseñó el Acosta, a ser un poquito feliz todos los días, aunque sea un momento, de todos los que vivo acá, me siento feliz, mis amigos me hacen feliz. “Me diste en oro un puñado de amigos”, dice un tango, a mí el Acosta no me dio un puñado, me dio una banda. Y no importa qué pueda pasar mañana, el mes que viene o en un año. Hoy, tengo una banda de amigos, que me aguanta el corazón y la razón y mucho más. Y como la mía hay muchas bandas, y podemos ser muy distintos, pueden diferenciarnos muchas cosas, pero hay una que tenemos todos en común, hay una en la que todos pensamos igual. El Acosta para nosotros, no es un colegio, es una identidad. Me llamo Victoria, soy Argentina y del Acosta y después viene todo lo demás. Y hoy salgo por esa puerta, y digo salgo porque no me voy, ni me voy a ir nunca, y lo único que espero es que todos los que quedan, y los que entran y los que vayan a entrar, sientan al Acosta como lo sentimos nosotros. Que en cada grito de Acosta se les vaya la voz y el alma, que jueguen los intercolegiales como la copa del mundo, que canten el himno con la misma pasión que en la cancha, que el pecho les llegue al cielo cuando llevan el escudo, que sientan el mismo orgullo que nos invade a nosotros cada vez que decimos: "Soy del Acosta"

martes, 4 de diciembre de 2007

Julito presente


"Un pedazo grande de la histroria del rock en España, Julián Infante..."

Hace 7 años el sida quiso llevarte. Le salió mal al muy re jodido. Porque aunque se haya llevado tu cuerpo consumido, nos dejó la mejor parte. Seguís acá Julito.
Casi casi no te extrañamos.

"Extraño"

Si tú me extrañas a mí, yo no me olvido de tí.
¿Por qué, mi amor, separarnos?

Si tú me lloras a mí, hago lo mismo por tí...
¿Como enjuagarlo?
Y no es verdad que aquí nadie apuesta un duro más.
Maldita apuesta feroz, y de por medio el amor...
Cuando faltas te extraño.

No es una canción de amor, eso al menos pienso yo;
es algo más sano.

Con la opinión de Dios, quizás uno de los dos
lo vea más claro.

¿Quién rezará, quién ganará este estúpido duelo?

Maldita apuesta de amor, que uno de los dos perdió.
cuando faltas me muero...

Julián Infante

domingo, 2 de diciembre de 2007

adiós amigo adiós




"Sólo se vive esta vez..."

Y después de 42 años elegiste ya no vivir. Pero puta que viviste Pato. Y hoy te escucho y te lloro, y sonrío payaso. Porque en vida te encargaste de garantizarme a mí y a muchos la sonrisa, con tu música y con tu bajo y tu tan destacado humor. "Si pudiera intentar, teletransportación, una máquina del tiempo o encontrarte en otro cuerpo, si puediera clonarte..."
Entonces te agradecería por eso, nos dejaste lo mejor de vos, y también con las ganas de más. Pero como no puedo, desde este intrascendente espacio cybernético te escribo estas palabras, que dudo sean leidas, pero creeme que son sentidas.

No me queda más que pedirte que abraces a Julito de mi parte y me esperen juntos con un tequila, el bajo y la guitarra.



¡Buenas suerte y hasta luego Daniel Zamora!