lunes, 16 de febrero de 2009

"La gente extraordinaria nunca muere"

Buscó la salida del cine algo confundido. Cuatro horas de films en continuado no dejan a nadie en las mejores condiciones perceptivas. Quizás por eso no vio la figura que a su espalda dudaba en acercarse, aunque la intuyo. Quien sabe porqué, tenía una facilidad para darse cuenta cuando lo observaban, de modo que se detuvo en un costado del hall.

-¿Tenés fuego?- Una voz inconfundible, de esas que se escuchan en las actrices, expresiva, aun a través de dos simplísimas palabras. Se dio vuelta al tiempo que buscaba el encendedor

-¿Encendedor o fósforos?- Preguntó con una sonrisa algo cándida, pero amable. Algunas veces, cuando el presupuesto, el tiempo, y especialmente la falta de preocupación en que alguien lo observe se lo permitían, le gustaba comprarse un Guantanamera de cinco pesos en algún quiosco del centro. De ahí que llevara fósforos, consideraba sacrilegio encender un habano con encendedor.

-De lo que tengas, la verdad que a esta altura solo quiero fumar.

Le ofreció el encendedor, un simple Bic, al tiempo que la contempló por el breve lapso que permite saber a quien tenemos en frente, sin que esto se convierta en una minuciosa inspección de pormenores. De mediana estatura, parecía contrastar con todo aquello que hubiera podido esperarse en ese continuado de Lavalle. La armonía de sus facciones no devolvía hermosura a la vista, pero innegablemente, invitaba a seguir mirándola. Sus ojos grandes y marrones no parecían turbados como los suyos después del despilfarro visual de las películas. Su fisonomía transmitía inseguridad, de aspecto retraído, aunque cálida. Con una sonrisa que le permitía perderse en el fondo de su boca con la mirada.
Ella parecía dispuesta al intercambio, comenzó preguntando que le habían parecido las películas. Con algo de miedo a ser terminante en las respuestas, se propuso ser afable, pero esquivo.

-Y… mirá, te soy sincero, la segunda no me convenció en lo más mínimo, pero puede ser culpa de la anterior. Te deja con la boca abierta, demasiado efecto, ¿No?
Lo había conseguido, dio una respuesta elaborada, extensa y lógica, pero sin decir absolutamente nada concreto, ella lo miró un segundo antes de responder:

- Pensaba lo mismo… son muy distintas una de otra, pero que se yo… no me desagradaron, por lo menos salí un rato, estoy harta de no hacer nada.

Sonrío tímidamente, mientras desviaba la mirada en dirección al suelo. El pensó que sería imposible que lo estuvieran coqueteando, no a él… definitivamente. A menos que hubiera algo extraño detrás de semejante situación a la que no estaba acostumbrado. Le preguntó su nombre, como si fuera algo casual, la respuesta colmó sus expectativas, “Lucía”, le pareció tan acorde, tan poético y conciso, que se dio cuenta que esa chica, aparentemente frágil que no llevaba con él ni diez minutos, le estaba gustando. Contestó su lógico y previsible “Andrés” ante el retruque inquisidor de ella.

¿Cómo continuar el diálogo? ¿Cómo forzar una situación que invitara a seguir con ese casual encuentro y prolongarlo por ese instante de tiempo que llevara de lo circunstancial y efímero a lo ulterior? No lo sabía. No poseía la facilidad de pronunciar esas mágicas cuatro palabras “¿Vamos a tomar algo?” de forma inocente y desinteresada.

Un desconocido ánimo subió repentinamente por su espalda, atravesó su cuello y se apoderó de su boca para soltar, con toda naturalidad un "te invito un café, ¿querés?". Instantáneamente, ese ánimo se convirtió en un escalofrío que bajó por el camino inverso mientras pensaba "un café a las 9 de la noche, soy oportunísimo".

- Claro, pensé que no me ibas a invitar más - sonrió, dejándolo pasmado - conozco una café acá cerquita, sirven un capuccino bárbaro.-Le estaba facilitando enormemente las cosas, se dijo que por una vez tenía abandonar su estúpido pesimismo y no solo dejarse arrastrar, sino tomar un poco de iniciativa, que a las mujeres no les gustan los hombres quedados, que si no se despertaba un poco no lograría nada, y finalmente, que si no dejaba de repetirse frases hechas y no soltaba una palabra, la aventura iba a durar muy poco. Demasiado tarde para empezar, ella volvía a quebrar el silencio:

- ¿De qué hablaba la gente cuando recién se conocía? Ya me olvidé... ¡Ah, ya sé! ¿A qué te dedicás? - Dijo todo entre risitas, divirtiéndose con una situación que tenía a Andrés nervioso por demás.

- Me quedé sin trabajo hace poco, estaba en una confitería, de mozo.

- Epa, y nos permitimos lujos. - Ella vio su boca torciéndose en una mueca poco sutil y agregó enseguida:

-Perdoná, no quise...

-Nah, no te preocupes, me tomaste por sorpresa nada más... - y agregó, esperando algún efecto - desde hace media hora masomenos, ya me voy acostumbrando. Su risa era franca, Andrés pensó que siguiendo así, simpatizarían rápido. La clave estaba en jugar, con las palabras, con la situación, jugar con ella y consigo mismo y sobre todo dejar de pensar.

- No te pregunté, ¿a que te dedicás vos?

- Vivo con papá y mamá, ¿no te diste cuenta que soy una nena todavía? - El brazo de Andrés quedó estático sosteniendo la puerta del bar, tardó mucho en darse cuenta que le estaba tomando el pelo, incontables segundos, hasta que se distendió y soltó una risotada de alivio indisimulable a la vez que ella le palmeaba el pecho entre carcajadas - Una nena crecidita, si me preguntás. – La cara de Lucía se iluminó.

- Ah, pero que bonito, ¿y por qué tendría que preocuparte mi edad?, mirá, hay una mesa allá.

El lugar era francamente oscuro, era innegable su encanto pero no dejaba de tener ese tufillo a trampa barata, a tugurio más propicio a amigotes con whisky que cafés con morochas delicadas, Andrés tenía su chapadura a la antigua, que primero te invito de día, que después caminamos, que nadie vaya a pensar mal. A una chica respetable hay que respetarla, aunque sea no tocarle ni un respetable dedo de su respetable mano, que lo parió, soy un pelotudo.

- Hay más clima de cerveza que de café, no me lo niegues.

- Eso no te lo niego, ahora no me niegues vos un cigarrillo, se me terminaron.

“Impresionante, encima de ligerita, fuma como un escuerzo”, era la voz de su sacrosanta madre surcándole la frente, cuestionando aquello de lo que él jamás se quejaría. Pensó inmediatamente que su madre era más machista que muchos de aquellos viejos que frecuentaban el bar de Jorge, ese hijo de puta que lo largaba justo ahora. Claro que ya estaba buscando laburo, la comida no aparecía por generación espontánea en la alacena de su monoambiente –”qué despelote que tengo en el departamento, así no podría llevarla ni a ella, ni a nadie”

NO FIN.

Me dejaste el cuento inconcluso. Me dejaste con la intriga. Me dejaste con las ganas. Me dejaste Seba, me dejaste. Te sigo extrañando. Te sigo necesitando. Te sigo esperando. Te sigo Seba, a donde estés, te sigo.