martes, 9 de diciembre de 2008

Sin mirada del adiós

¿Cómo entender que ya no estás? ¿Cómo entenderlo si no pude siquiera decidir si quería o no ver tu cuerpo sin vida? Sin esa vida que el cáncer te y me arrebató.
No te pude despedir. No como hubiera querido ni como vos merecías. No te recordé cuanto te quiero y te debo un abrazo.
Y hoy deseo más que nada en el mundo y aún más de lo que siempre deseé ser una chica Almodóvar, que aparezca una ventanita azul en el ángulo inferior derecho de la pantalla anunciando que estás ahí, conectado, no a la web, conectado a mí. En este tan cuestionado por nosotros dos, medio de comunicación, frío y enajenante, nosotros supimos conectarnos, encontramos una extraña versión de amistad y compañerismo, complicidad. Nos conocimos, nos acompañamos noches en vela, nos discutimos, nos filosofamos, nos desafiamos, nos jugamos, nos reimos, nos entendimos, nos desentendimos, nos embriagamos.
Y también nos encontramos, y entonces el recital, y Calamaro y Rot y Elvis está vivo. Y como era de esperar, nos llevamos bien, y compartimos mates. Y tu cumple. Y un día te visité en el Marie Curie, y mejoraste y parecía que todo había pasado y el 80° del nacimiento del che, y Rosario, y el campamento, y lo lindo de compartirlo, y las peores fiestas de mi vida a las que sólo fui porque me lo pedías, y sociales y el seminario, y tu cara cuando me viste entrar... Daría el alma por ver esa cara de nuevo. Cuánto más te podría haber disfrutado. Me dejaste con las ganas de compartir otro tinto y un habano en el balcón de Lio y cantar juntos la canción de los buenos borrachos.
Esperame Sebas, esperame que aunque lo parezca esto no es una despedida, sigo necesitando abrazarte, recordarte cuánto te quiero, sigo creyendo que en cualquier momento va a titilar en naranja una conversación de un tal Sebastian sin tilde, que me reprocha "¿No saluda más usté?".

[Imposible no reprocharme por qué no saludé más.]

Hasta me parece esuchar tu risa y verte guiñarme el ojo, diciendo: "No llores Vickyta, que me voy a encontrar con Julito Infante y el gran Cortázar, y después de un par de tequilas, veremos qué es lo que pasa." Sonrío. Y así, medio bailando y medio volando, me saco el melón, te saludo, te regalo una poesía en prosa de las que te gustan y te digo adiós.




Instrucciones para dar cuerda al reloj.

Allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo. Sujete el reloj con una mano, tome con dos dedos la llave de la cuerda, remóntela suavemente. Ahora se abre otro plazo, los árboles despliegan sus hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va llenando de sí mismo y de él brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una mujer, el perfume del pan. ¿Qué más quiere, qué más quiere? Atelo pronto a su muñeca, déjelo latir en libertad, imítelo anhelante. El miedo herrumbra las áncoras, cada cosa que pudo alcanzarse y fue olvidada va corroyendo las venas del reloj, gangrenando la fría sangre de sus rubíes. Y allá en el fondo está la muerte si no corremos y llegamos antes y comprendemos que ya no importa.

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